En esta Navidad, mejor regálales una crianza respetuosa

 Notas para desarrollar una crianza respetuosa con la dignidad de las hijas e hijos.

Psic. Luis Angel Calzoncin Calvillo, Colaborador del Área de Investigación, NIMA.

Se vienen las fiestas navideñas y con ellas, la preocupación de mamás y papás de que los “Reyes Magos” y “Santa Claus”, cumplan con lo demandado en la lista de regalos de su hija o hijo.

Claro que un juguete es un buen regalo para niñas y niños que les garantizará diversión y risas, pero, ¿has considerado que más allá de un juguete, lo que niñas y niños necesitan en casa es una crianza que sea respetuosa con sus personas?

Normal no significa mejor.

La crianza se refiere a las actitudes y acciones realizadas por la madre y el padre (o personas cuidadoras) en el proceso de socializar, cuidar, educar y preservar a sus hijos e hijas (Barudy & Dantagnan, 2010).

En México, muchas de las prácticas de crianza que convencionalmente se llevan a cabo son agresivas o violentas, pensadas desde “la necesidad de disciplinar” a las niñas y niños al considerarles “salvajes”, “irracionales”, “egocéntricos”, es decir, entes que se tienen que civilizar o “controlar”, mediante castigos, regaños o formas de trato agresivas, enmarcadas en relaciones entre adultos/as y niños/as, donde sólo los/as adultos/as pueden decidir y opinar por “ser mayores, tener más experiencia, conocimientos y ser más maduros” (aunque la edad no es sinónimo de madurez), poniendo así en una gran desventaja a las infancias y adolescencias, respecto a las personas adultas.

Durante muchos años, la forma de “disciplinar” a niñas y niños ha dependido de la forma en que las personas adultas consideran que es mejor, normalizando muchas violencias a la niñez como maltratos físicos y psicológicos (humillaciones, amenazas, insultos, burlas, chantajes emocionales, etc.).

Los resultados de la Consulta Infantil y Juvenil 2018 dan cuenta de que el 44.3% de las niñas, niños y adolescentes (NNA) encuestados (de 6 a 17 años) señaló recibir maltrato en la casa, poniéndolo en segundo lugar, después de la escuela (47.9%). Así mismo, las niñas y niños de 6 a 9 años señalaron a su mamá como la persona de quien más frecuentemente recibían maltratos, seguido de su papá, lo cual probablemente está relacionado con que son las mamás quienes más tiempo dedican a la crianza, no necesariamente porque sean más violentas que los papás.

Ya se ha hablado de la gran cantidad de consecuencias negativas que tienen estas formas violentas de disciplinamiento en los NNA (ver en este mismo blog: Patiño-Barba, 2021). Toca el turno de pensar en qué otra forma se puede desarrollar la labor de crianza, de una manera respetuosa con NNA y que les permita el desarrollo de su autonomía.

La receta para una crianza respetuosa.

Barudy y Dangtanan (2010) definen a la crianza positiva (también llamada respetuosa) como las capacidades y conocimientos prácticos que las personas cuidadoras tienen para asegurarles a los hijos/as un desarrollo suficientemente sano, y destacan que el buen trato a la infancia favorece experiencias interpersonales que propician y refuerzan un sano desarrollo mental, además, estimulan la autogestión.

En este sentido, la crianza positiva está caracterizada por “promover relaciones positivas en la familia, fundadas en el ejercicio de la responsabilidad parental para garantizar los derechos de los hijos y las hijas, y optimizar su desarrollo potencial y su bienestar” (Martín et al., 2009, p. 22).

Gómez y Contreras (2019) consideran que hay cuatro competencias parentales indispensables para desarrollar una crianza respetuosa, con 5 componentes cada una, como se explica a continuación.

Las competencias vinculares (dirigidas a promover un estilo de apego seguro y un adecuado desarrollo socioemocional en los niños y niñas):

  • Observación y conocimiento sensible: capacidad para atender las señales del NNA de manera comprensiva y mantenerse aprendiendo del niño/a.
  • Interpretación sensible o mentalización: capacidad para interpretar el comportamiento del niño/a las creencias, sentimientos y deseos del hijo/a, así como su conducta y cómo le afecta el contexto.
  • Regulación del estrés:  contener al hijo/a en sus momentos de estrés o ansiedad.
  • La calidez emocional: expresar constantemente afecto, cariño y un buen trato.
  • El involucramiento cotidiano: mostrarle el interés activamente.

Las competencias formativas (se enfocan a favorecer el desarrollo, aprendizaje y socialización de los niños y niñas):

  • La organización de la experiencia: establecer un ambiente físico, mental y emocional para el aprendizaje, adaptado a cada niño o niña.
  • La autonomía progresiva: potenciar y acompañar el desarrollo de la autonomía del hijo/a, que, a su vez, se entiende en el marco de la Convención de los Derechos del Niño, como el desarrollo progresivo del ejercicio de sus derechos, acorde con la evolución de sus capacidades, así como su participación en los asuntos que le conciernan.
  • La mediación del aprendizaje: favorecer la exploración del mundo, de las relaciones sociales y la integración de aprendizajes significativos en su día a día.
  • La disciplina positiva: es la capacidad de los cuidadores/as para regular el comportamiento del niño/a, sobre todo anticipando, explicando, dando ejemplos, negociando y favoreciendo que el hijo/hija entienda por sí mismo las consecuencias. Esta forma de disciplina respeta los derechos humanos y apuesta por la educación sobre las emociones para regularlas, promoviendo la colaboración.
  • La socialización: enseñar al niño/a las reglas socialmente aceptadas de la sociedad en la que vive, transmitiéndole los valores y costumbres de su comunidad y cultura.

Las competencias protectoras (dirigidas a cuidar y proteger adecuadamente a los niños y niñas, resguardando sus necesidades de desarrollo humano, garantizando sus derechos y favoreciendo su integridad):

  • Las garantías de seguridad física, emocional y psicosexual: protección de todas las formas de maltrato hacia la hija e hijo.
  • La construcción de contextos bien tratantes en casa y en la familia.
  • La provisión de los cuidados cotidianos para satisfacer las necesidades básicas del niño/a.
  • La organización de la vida cotidiana: contempla la importancia de una programación anticipada y flexible, sobre todo en momentos de adversidad, que brinda estructura y estabilidad.
  • La conexión con redes y búsqueda de apoyo social, ya sea emocional, para actividades o económico

Las competencias reflexivas (permiten pensar acerca de las influencias y trayectorias de la propia parentalidad, monitorear las prácticas parentales actuales y evaluar el curso del desarrollo del hijo/a):

  • La construcción de un proyecto familiar, involucrando a hijos e hijas.
  • La anticipación a escenarios relevantes como preparación de probables soluciones frente a posibles circunstancias desafiantes.
  • La capacidad de monitorear influencias y metaparentalidad: identificar y acompañar las diversas influencias físicas, mentales y sociales presentes en el desarrollo den niño/a.
  • La historización de la realidad:  asumir la historia familiar y personal para integrar de manera sana aquellas experiencias dolorosas vividas y, reconociendo su influencia en el proceso de crianza, aprender de ellas para favorecer el buen trato.
  • El auto-cuidado parental: prácticas que favorezcan la propia salud mental y física de la persona cuidadora

Urge trabajar hacia rutas de cambio cultural, donde no solo se rechace el castigo físico, el trato humillante y la negligencia, sino que además se le dé un lugar a las niñas y a los niños como sujetos/as de derecho y se priorice la construcción de un vínculo afectivo, respetuoso y seguro. (González y Sáenz, 2020)


Referencias bibliográficas:

Barudy, J., y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser madre o padre. Manual de evaluación de competencias y resiliencia parental. Gedisa.

Gómez, E. y Contreras, L. (2019). Escala de Parentalidad Positiva. Fundación América por la Infancia.

INE (2019). Consulta Infantil y Juvenil 2018. Instituto Nacional Electoral (INE). Ciudad de México, México. https://www.ine.mx/consulta-infantil-juvenil-2018/

Martín-Quintana, J. C., Máiquez, M. L., Rodrigo M. J., Byme, S., Rodríguez B., y Rodríguez, G. (2009). Programas de Educación Parental. Intervención Psicosocial, 18(2), 121-133.

Patiño-Barba, M.D.L. (2021a, Junio 4).  “A mí me pegaron y no me pasó nada” … ¡sólo naturalicé la violencia!. Blog de NIMA - Centro de Promoción de los Derechos Humanos de Niñas, Niños y Adolescentes en Guanajuato. León, Guanajuato. México.  http://nimaderechosnna.blogspot.com/2021/02/a-mi-me-pegaron-y-no-me-paso-nada-solo.html

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