Feminicidios contra niñas y adolescentes: la otra pandemia que crece.


Feminicidios contra niñas y adolescentes: la otra pandemia que crece

Rebeca Aguayo Sánchez 
área de investigación 

El feminicidio de Ana Paola, una adolescente de 13 años de edad, ha movilizado nuevamente el dolor e impotencia que nos da cuando la vida de una de nosotras es arrebatada. Se ha escrito y dicho en distintos espacios, que la violencia patriarcal y machista no distingue edades, que la vida de las mujeres en países como los nuestros no vale. Resaltando que a los feminicidas les es indiferente la edad de las mujeres, lo importante es demostrar el odio que hay en contra de nosotras.

Una de las dimensiones de denuncia que circula en las redes sociales y algunos medios de comunicación, es colocar el feminicidio de Ana Paola en contexto con la contingencia sanitaria que estamos viviendo. El discurso reiterativo que ha dado el Estado mexicano “quédate en casa”, como principal medida para prevenir el contagio del covid-19, ha sido foco de señalamientos por diferentes actores. Entre ellos el movimiento feminista, que ha manifestado de manera puntual, el crecimiento de la violencia contra las mujeres que se está reproduciendo durante la cuarentena.

¿A qué responde este crecimiento de violencia? Históricamente se ha romantizado la casa o el hogar, como los espacios más seguros para las mujeres, pero sobre todo para las niñas, niños y adolescentes (aún más cuándo se asume que se vive con las familias). No obstante, las feministas sabemos que, en las casas, las mujeres vivimos desde niñas las violencias y abusos machistas, perpetradas por hombres familiares o cercanos a nosotras. Y es aquí, en donde cabe la preocupación y denuncia que las feministas gritamos desde distintos espacios, ¿qué pasará con las niñas y adolescentes mujeres que tienen que convivir 24/7 con sus perpetradores? ¿quedarse en casa como medida de prevención frente al covid, a costa de la violencia patriarcal? En muchos contextos, pareciera que no hay otras opciones, aún con el miedo y/o angustia que esto pueda ocasionar, porque sabemos bien, que todas las violencias contra las mujeres tienen raíces históricas en el sistema patriarcal y que no esperábamos que una crisis como la que vivimos la fuese a pausar, sino lo contrario, la recrudece.

A la adolescente Ana Paola, no la mato la contingencia sanitaria, ni la cuarentena, la mato el patriarcado y el machismo, como mataron a Fátima hace unos meses. Comprendiendo que “el feminicidio, al igual que otras formas de violencia sexual, a lo largo de la historia ha sido usado por los hombres para asegurar las relaciones sociales del patriarcado, esto es, a el dominio masculino y la subordinación femenina” (Radford et al., 2006) A las niñas y adolescentes, las están matando hombres cercanos o no a ellas, hombres que ejercen el poder en obediencia a los mandatos patriarcales, que se asumen dueños de la vida de las niñas y adolescentes.

Si vamos a los datos duros del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (aún con la desconfianza que hay de estos), encontramos que en lo que va de este año, en promedio se comenten 12 feminicidios contra niñas y adolescentes al mes.  En México los feminicidios contra niñas y adolescentes han ido incrementando en los últimos 5 años, llegando a duplicar los datos registrados del 2015 al 2019, con al menos el 51.5% de incremento, siendo el 2019 con mayor registro de este delito (97).

Fuente: elaboración propia a partir de los datos disponibles del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

El total de feminicidios contra niñas y adolescente en la fecha reportada (2015 a febrero 2020), es de 379. Por entidad, el Estado de México llega ocupar el primer lugar representando el 17.4% (66), seguido de Veracruz con el 10.3% (39)   como se puede apreciar en el siguiente gráfico. 


Fuente: elaboración propia a partir de los datos disponibles del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.


No obstante, es necesario reconocer y cuestionar qué tanto se emplea la perspectiva de género y de derechos humanos de niñas, niños y adolescentes por las autoridades responsables de investigar este tipo de delitos, en donde el asesinato de niñas y adolescentes termina clasificado como homicidios dolosos u homicidios culposos. Si revisamos nuevamente las cifras oficiales del SESNSP, podremos contrastar que el índice en estos últimos es superior al de los feminicidios, como se muestra en el siguiente gráfico: 

Fuente: elaboración propia a partir de los datos disponibles del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública

¿Qué implicaciones tiene nombrar los asesinatos de niñas y adolescentes como feminicidios? O ¿por qué no son reconocidos como feminicidios los otros asesinatos que podemos ver en cifras de homicidios contra niñas y adolescentes? Nuevamente, valdrá la pena leerlo desde un enfoque feminista. En principio, es difícil que se reconozca que la violencia por la condición de género atraviesa de la misma manera la vida de niñas y adolescentes, que el de las mujeres adultas, por lo tanto, no se visibiliza de la misma manera. Se minimiza y se acude a las narrativas adultocéntricas que tanto funcionan para atenuar y silenciar las violencias contra niñas y adolescentes: las familias son las responsables.

En este punto parecerá una contradicción con lo señalado en los primeros párrafos, pero no es así. Sí bien, se ha distinguido que es en las familias donde se encuentran los principales perpetradores de la violencia contra este grupo de la sociedad, (papás, tíos, abuelos, hermanos, etc.), cuando se acude a responsabilizar únicamente a las familias, hay al menos dos elementos patriarcales y adultocéntricos que están jugando aquí:
1)      Cuando se responsabiliza a las familias, se condena principalmente a las madres o abuelas, o quienes ejerzan el cuidado. Porque el cuidado y la crianza ha sido un mandado patriarcal hacia las mujeres, siendo ellas las únicas que tienen la obligación de hacerlo.
2)      Pensar a las familias (bastante ligado con el punto anterior), responde también al imaginario social-cultural que hay de las niñeces y adolescencias, ya que históricamente se ha creído que son objeto que pertenecen al mundo privado (las familias), negando así la corresponsabilidad que hay entre Estado, familias, sociedad, organizaciones de la sociedad civil, academia y sector empresarial para el cuidado y crianza de las niñas, niños y adolescentes. 


Regresando a la importancia de investigar los homicidios contra niñas y adolescentes, como posibles feminicidios, permitiría entonces reconocer que la vida de las niñas y adolescentes en su condición de edad y género (y seguramente habría que agregar las dimensiones de clase, raza, etnia) está creciendo en nuestro país, que el Estado mexicano no ha realizado lo suficiente para erradicar los feminicidios de esta población, sino lo contrario, esta problemática crece como otra pandemia.

Desde las organizaciones de la sociedad civil y la academia (y otros espacios seguramente), aspiramos a que los datos, diagnósticos y el análisis de determinadas problemáticas sociales, sirvan como base para el despliegue de políticas públicas que intervengan en dichas problemáticas, que llevaría consigo el reconocimiento de estas.  Sin embargo, y sin ánimo de desalentar sobre esta aspiración, sabemos que esto no va a suceder tan cercanamente, o al menos no con estas administraciones gubernamentales, pues lejos de reconocer y priorizar la vida de las niñas y adolescentes, nos han reiterado el machismo y adultocentrismo que rigen su actuar.
Recapitulando respecto a los datos del SESNP, vemos que los homicidios son cuatro veces mayores que los feminicidios en casi todos los años: 



Fuente: elaboración propia a partir de los datos disponibles del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública


Sí hacemos el ejercicio de reunir los tres delitos por entidad federativa, veremos que los lugares cambian:
Fuente: elaboración propia a partir de los datos disponibles del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública


En anteriores análisis, hemos evidenciado que Guanajuato ocupo el 1° lugar con el mayor índice de homicidios contra NNA en el país hasta 2019. En tanto que nos parezca “lógico” (en términos estadísticos), que si sumamos los tres delitos que atentan contra la vida de niñas y adolescentes, nos dé por resultado que Guanajuato ocupa el primer lugar con mayor número de niñas y adolescentes que han sido asesinadas por diversas causas, lo que equivale a decir que Guanajuato es el peor lugar para ser niña y adolescente mujer.

Por otro lado, ya cuestionábamos la categoría de homicidio culposo, que carece de información que devele las formas en cómo se quitó la vida a las niñas, niños y adolescentes y la urgente necesidad de emplear los enfoques de género y de derechos humanos en los procesos de investigación a este tipo de delitos.

En la siguiente tabla se puede identificar por año, el total de homicidios y feminicidios que registra el SESNSP:

Fuente: elaboración propia a partir de los datos disponibles del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública

Podemos señalar al menos tres puntos:

       Considerando que los tres delitos atentan contra la vida, en promedio se han asesinado a 2.0 niñas y adolescentes mujeres al día, en el período registrado (2015 a febrero 2020)

       2018 ha sido el año más violento para las niñas y adolescentes, en promedio se cometieron 2.2 asesinatos
       A diferencia de los delitos por homicidios, los feminicidios contra niñas y adolescentes van en aumento año con año, siendo el 2019 con mayor registro, como se había mencionado anteriormente.

Más allá de las cifras que se presentan, es necesario que el Estado mexicano reconozca la gravedad del problema e implemente medidas para garantizar, proteger, promover y respetar los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes, acordes a lo establecido en el artículo 1° y 4° constitucional, así como lo señalado en la Convención sobre los Derechos del Niño, actuar antes de que esta otra pandemia siga creciendo. Reconociendo que el problema de raíz se sostiene en las prácticas y discursos que ha instaurado el sistema patriarcal. Esto considerando que el Estado es el principal responsable de las violencias contra niñas y adolescentes desde la mirada de los derechos humanos.
Si bien es importante reconocer el aumento de feminicidios en el contexto de aislamiento que estamos viviendo como sociedad, no se debe justificar en ningún momento que es a causa de la cuarentena, no perdamos de vista que los principales responsables son los agresores que encuentran legitimidad social y cultural, no sólo por parte de la sociedad, sino también por parte del Estado mexicano, que a través de su impunidad reitera simbólicamente el nulo valor que le da a la dignidad y vida de las niñas y adolescentes. Bajo esta línea es imprescindible trasladarnos a los símbolos e imaginarios que se están construyendo en este contexto para las niñas y adolescentes, es decir ¿qué impacto tendría validar la violencia a partir de la cuarentena, para las niñas y adolescentes que viven algún tipo de violencia? ¿estas narrativas respecto a la relación violencia-cuarentena, se pueden colocar a estos símbolos e imaginarios legítimos? ¿se estaría reglando que en condiciones de encierro es normal la violencia? Debemos ser responsables con los discursos que construimos en relación a lo anterior, tomando en consideración que éstos forman parte de la forma en cómo se aprende la vida y no pasar por alto que la violencia en ningún contexto es válida.
Por otro lado, el reto para la sociedad y las familias, en contexto del covid-19 ahora parece más complejo, pero ha estado latente desde hace tiempo ¿cómo hacemos para procurar el cuidado y la crianza de las niñeces y adolescencias libres de violencia? ¿cómo hacemos para colectivizar la corresponsabilidad que tenemos con las niñas y adolescentes en nuestro país? Seguro habrá experiencias en distintas geografías que valdrá la pena conocer y replicar, mientras tanto, reitero algunas prácticas que pueden ir desencadenando lo anterior:

       Seamos capaces de escuchar a las niñas y adolescentes.
     Rompamos con la idea adultocéntrica de separar nuestras relaciones y espacios por nuestras edades.
 Cambiemos la representación social que tenemos sobre las niñas y adolescentes y reconozcámosles en igualdad de dignidad que cualquier otra persona.
       Construyámonos como adultas/os disponibles y seguras/os para con las niñas y adolescentes
 Denunciemos y abolicionemos toda práctica de violencia machista contra las niñas y adolescentes.
       Acompañemos sus procesos de autonomía.
       Construyamos espacios intergeneracionales, de aprendizaje, dialogo, reflexión y cuidado. 


Te recomendamos consultar e interactuar con los datos en nuestra página de Tableau: Feminicidios y homicidios contra niñas y adolescentes mujeres en México, 2015 a febrero 2020

Bibliografía:
Radford, J. y Rusell, D. (2006) Feminicidio. La política del asesinato de las mujeres (Eds) El feminicidio es tan antiguo como el patriarcado (págs..73-153), Universidad Nacional Autónoma de México. Pág. 74.




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